Cine y periodismo: Sostiene Pereira

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Pereira es el responsable de la página de cultura del diario Lisboa de la capital portuguesa en 1938, durante la dictadura de Salazar. Viudo desde hace años, lleva una existencia tranquila, ajena a la agitación política y social que subyace en ciertos sectores de la ciudad. Esa actitud cambia y decide involucrarse cuando varias personas de su alrededor, especialmente el joven Monteiro Rossi y su novia Marta, le hacen ver que en las calles pasan cosas que los periódicos no cuentan.

Manuel, el camarero del café que frecuenta Pereira, representa la voz de los ciudadanos que no encuen-tran en los periódicos el compromiso ciudadano que demandan: “La Policía hace lo que hace y lo que figura en su periódico es la salida del yate más lujoso del mundo. (…) ¿No sabe lo que ha pasado esta mañana en el mercado? Han asesinado a un carretero porque había iniciado una protesta. Ésas son las noticias que la prensa tendría que publicar”. Una situación similar se da también durante un viaje en tren, en el que una mujer le anima a denunciar lo que ocurre: “Ha dicho que usted escribe en un periódico. Cuente las cosas que pasan. Exprese su opinión en contra”.

Sin embargo, en Pereira influyen, sobre todo, los comentarios de su joven colaborador Monteiro Rossi y su novia Marta. Mientras bailan en una fiesta, ella insiste sobre la noticia que ya le había contado el camarero: “Hoy su periódico no dice nada del carretero asesinado por la Policía en el mercado. ¿No le parece muy raro?”. Cuando él responde que solo se encarga de la sección cultural, ella insiste: “Dígame, señor Pereira. ¿No cree que el asesinato de un inocente también tendría que afectarle un poco a usted?”. Aún así, sigue optando por quedarse al margen, como argumenta después ante Monteiro Rossi, al leer una de las necrológicas que el joven ha redactado para el diario: “O es usted un irresponsable o un agitador. Y el periodismo que se hace hoy en nuestro país no necesita ni a los unos ni a los otros”. Cuando Pereira reflexiona, cambia de actitud, decide involucrarse y se da cuenta de que hay más verdad en la calle que en los diarios, que entonces ejercían como meros voceros de los totalitarismos que florecían en Europa: “Manuel ¿qué noticias hay? (…) He comprendido que la mejor manera de conocer la verdad es escuchando a la gente”.

TÍTULO ORIGINAL: Sostiene Pereira

GÉNERO: Drama

AÑO: 1996

NACIONALIDAD: Italia

DIRECCIÓN: Roberto Faenza

GUIÓN: Roberto Faenza, Sergio Vecchio, Antonio Tabucchi

INTÉRPRETES: Marcello Mastroianni, Joaquim de Almeida, Daniel Au-teuil, Stefano Dionisi, Nicoletta Braschi, Marthe Keller

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua, 2016)

La responsabilidad en el periodismo

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Ángel Benito sintetiza en tres etapas la Historia de la Teoría General de la Información, en las que detecta un progresivo avance del concepto de responsabilidad en los medios:

  • Hasta los siglos XVII-XVIII el modelo es el de la persuasión, tomando como referencia la Retórica de Aristóteles.
  • Hasta mediados del siglo XIX se impone la persuasión de las masas analfabetas, fundamentalmente para conseguir objetivos políticos.
  • La aparición de nuevos elementos tecnológicos posibilitan llevar la información a grades masas y, al mismo tiempo, im-pulsar su participación en la vida pública.
  • El periodismo adopta métodos de investigación de otras ciencias para estudiar las consecuencias que acarrea la tecnificación del diálogo social.

Oswald Spengler plantea una afirmación que zanja cualquier duda sobre el papel de la responsabilidad en la práctica del periodismo. “¿Qué es la verdad? Para la masa, es la que a diario lee y oye. Ya puede un pobre tonto recluirse y reunir razones para esta-blecer ‘la verdad’: seguirá siendo simplemente su verdad. La otra, la verdad pública del momento, la única que importa en el mundo efectivo de las acciones y de los éxitos, es hoy un producto de la prensa. Lo que ésta quiere es la verdad. Sus jefes producen, transforman, truecan verdades. Tres meses de labor periodística, y todo el mundo ha reconocido la verdad. Sus fundamentos son irrefutables mientras haya dinero para repetirlos sin cesar”.

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua 2016)

Cine y periodismo: Todos los hombres del presidente

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Bob Woodward y Carl Bernstein son dos periodistas del diario The Washington Post que investigan el asalto a la sede del Partido Demócrata en el Hotel Watergate. Desde el principio detectan que algunas piezas no encajan en el puzle. La ayuda de un confidente, la constancia en el trabajo y la cooperación entre ambos les lleva a descubrir que algunos altos cargos del Gobierno conocían que el asalto se iba a producir. Basada en hechos reales, esta historia desembocó en la dimisión del presidente Richard Nixon.

Woodward y Bernstein trabajan en equipo y cooperan entre ellos de un modo perfecto. Se complementan en los esfuerzos, ponen en común cada avance y reflexionan juntos. No sucumben ante su ego ni persiguen acaparar el protagonismo. Lo importante es el resultado de su trabajo. Y eso que el inicio de esa colaboración nace de un conflicto, cuando Bernstein reescribe el artículo de Woodward: “Pasaba por casualidad, vi tu artículo y pensé que podía mejorarlo ligeramente. El primer párrafo debe estar más claro si quieres que el lector lo entienda y tú no mencionas a Colson hasta el tercer párrafo. El mío es más directo. Anda, hombre, léelo. Si crees que el tuyo es el bueno, se lo damos al director”. Woodward lo lee y acepta: “Es verdad. El tuyo es mejor”.

Cuando se sumergen en la investigación, se reparten el trabajo, entrevistan a las personas que pueden aportar alguna información y, cada poco, ponen en común los datos que han obtenido, reflexionan y escuchan la opinión del otro. Una compañera le cuenta a Bernstein un detalle relevante y, éste, le pide que lo repita, tal cual, ante Woodward: “Cuéntale lo que me has dicho a mí. (…) Igual que me lo has dicho a mí, díselo a él”. A la inversa, la confianza es idéntica cuando Woodward telefonea a Bernstein para compartir el último hallazgo: “Tengo datos de nuestro hombre en el FBI”. La colaboración es sincera, no hay ánimo de tomar ventaja en la investigación, ni tampoco de destacar sobre el otro. El resultado es óptimo. Demuestran las irregularidades políticas cometidas y la implicación en ellas de importantes altos cargos del Gobierno. Finalmente, el escándalo Watergate provoca la dimisión de Richard Nixon como presidente de los Estados Unidos.

TÍTULO ORIGINAL: All the president’s men

GÉNERO: Suspense

AÑO: 1976

NACIONALIDAD: Estados Unidos

DIRECCIÓN: Alan J. Pakula

GUIÓN: William Goldman

INTÉRPRETES: Robert Redford, Dustin Hoffman, Jason Robards, Martin Balsam, Hal Holbrook, Jack Warden, Jane Alexander, Ned Beatty, Stephen Collins, Penny Fuller, Robert Walden, Lindsay Crouse, Meredith Baxter

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua, 2016)

El sensacionalismo

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Despreciado por la mayoría de los profesionales, al menos en público, es cada vez más apreciado por la audiencia, al menos en la intimidad. Apela a los más bajos instintos del ser humano para captar el interés y provocar juicios cuanto menos, precipitados. El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa afirma: “El periodismo, que para mí ha sido muy útil, sufre ahora una deformación monstruosa: el amarillismo. La obsesión por el escándalo se ha con-vertido en una forma más de entretener que de informar. De entretener a través de lo espectacular, de lo llamativo, de lo escandaloso y, muchas veces, si no se tienen informaciones de esas características, se fabrican. Hay gente que vive de eso y que goza con eso, pero yo creo que es una depravación del periodismo de nuestro tiempo”. Es indudable que los asuntos escabrosos, como los sucesos, o sentimentales, como la crónica del corazón, despiertan vivo interés en un sector del público pero es posible abordarlos sin recurrir a los elementos más primitivos.

MaryAnne Golon ha sido editora gráfica de algunos de los más importantes medios de comunicación impresos de Estados Unidos. Por sus manos han pasado fotografías con altas dosis de dramatismo que se han publicado porque no se sumergían en el mar del sensacionalismo. Ella afirma que “el buen fotógrafo se las arregla para equilibrar el drama con la integridad periodística para crear imágenes que sean históricas”. No pocas veces la noticia sensacionalista llega con un pobre aval: un rumor o un bulo que nadie se preocupa en contrastar. O aún peor, en ocasiones se confirma que no es cierto y se difunde igualmente para amortizar la inversión de tiempo y trabajo que ha supuesto esa gestión. Luis María Anson afirma que “el rumor ha sido sustituido en incontables ocasiones por el bulo, es decir, por la propagación de una noticia a sabiendas de que es falsa pero que proporciona celebridad, dinero o presencia social”.

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua, 2016)

Cine y periodismo: «Una mujer difamada»

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La falta de rigor de un corresponsal lleva a un periódico a publicar una información errónea sobre una rica heredera. Ella, indignada, denuncia al diario y exige una indemnización millonaria. Desde la publicación deciden tenderle una trampa para que la falsa noticia se convierta en realidad y ella se vea obligada a retirar la denuncia.

La falta de ética planea sobre todos los personajes porque, en lugar de admitir el error y aceptar sus consecuencias, deciden falsear la realidad para salvar la situación. La información equivocada surge cuando se publica una noticia luctuosa que resulta no ser cierta: “El corresponsal de Londres envió un cable anoche, una historia sobre la hija de Allenbury. Jackson dice que se metió en un lío en una fiesta. Le intentó robar el marido a otra chica. (…). Jackson telegrafió esta mañana diciendo que fue un error. Era otra persona. Ella ni siquiera estaba en la fiesta”. Más grave aún es la causa por la que el corresponsal cometió ese error: “Jackson estaba bebido. Tenías que haberlo olido. No hace falta tener cerebro. Basta con tener nariz”.

Solo eso sería motivo suficiente para asumir la equivocación y pedir disculpas públicamente pero, en su lugar, deciden tender una trampa a la joven que ellos mismos han calumniado: “Tenemos que derrotar a esa chica y voy a utilizar al mejor hombre que jamás hayamos tenido en un pleito por difamación”. Con esa convicción, aceptan el plan que ese hombre les propone: “Contratamos a una preciosa chica para que se case conmigo y, cuando llegue el momento, hace una brillante escena por su adorado esposo y demanda a Connie por enajenación de afecto”.

La idea entusiasma al responsable del periódico: “¡Eso es! ¡Eso es! El Star llamó a Connie ladrona de maridos. Ella lo niega. De acuerdo. Duplicamos la situación, solo que esta vez lo roba de verdad. ¡Esta vez tenemos razón!”. La falta de ética llega a su extremo cuando propone a su propia novia que se case con el hombre que actúa de cebo para llevar a cabo el engaño. Una vez puesto en marcha el plan, las mentiras son constantes para alcanzar el objetivo inicial y conseguir que la joven caiga en la trampa.

TÍTULO ORIGINAL: Libeled lady

GÉNERO: Comedia

AÑO: 1936

NACIONALIDAD: Estados Unidos DIRECCIÓN: Jack Conway

GUIÓN: Howard Emmett Rogers, George Oppenheimer, Maurine Dallas Watkins

INTÉRPRETES: Jean Harlow, William Powell, Myrna Loy, Spencer Tracy, Walter Connolly, Charley Grapewin, Cora Witherspoon

 

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua, 2016)