Entre el corazón y la cabeza

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El filósofo Xabier Rubert de Ventós explica con esta anécdota que las decisiones deben tomarse desde la razón, en unas ocasiones y desde la emoción, en otras: “Dos hombres discuten sobre si uno de ellos duerme con la barba por debajo o por encima de la sábana. Como no sabe la respuesta, sugiere que se lo pregunten al día siguiente. Cuando a la mañana siguiente se lo vuelven a preguntar, responde: ¡Malditos! No he podido dormir en toda la noche. Y es que este señor no tenía que reflexionar. Lo que sirve es aplicar el pensamiento allí donde realmente hay que aplicarlo y poner el piloto automático donde hay que ponerlo”.

En la aproximación científica hemos abordado la teoría de los tres cerebros y hemos visto que el ser humano apela a lo racional cuando dispone de tiempo para evaluar los pros y los contras y recurre a lo emocional cuando necesita un atajo para decidir con rapidez. Para Eduardo Punset eso explica que “durante una crisis se tiende a decidir más con el corazón que con la razón. ¿Por qué?, se preguntarán. Por una razón muy sencilla. En tiempos de crisis se tiene la impresión de que ya no se dispone de todo el tiempo necesario para sopesar los factores a favor o en contra de una decisión. Hay que decidir deprisa. (…) En esas condiciones, el corazón se convierte en el rey y señor de nuestros actos. Cuando no hay tiempo para razonar, siempre ha funcionado mejor el corazón que la razón. Es más, la razón sólo interviene cuando hay tiempo para ponderar”. El problema es que no estamos acostumbrados a ceder el control a nuestro lado emocional porque tampoco nos han enseñado a hacerlo.

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua, 2016)

Así es «La ventana interior»

Portada La ventana interior

Por lo que respecta a la estructura de la obra, está dividida en tres bloques. La primera parte del libro, que engloba los tres primeros capítulos, propone un acercamiento al universo emocional desde tres puntos de vista y está pensada para los lectores no iniciados en cuestiones emocionales. Su lectura no es imprescindible para entender el modelo que se plantea posteriormente, pero sí aporta valiosas claves que ayudarán al lector a formarse una idea global sobre el papel que desempeñan las emociones en la vida cotidiana. Así, el capítulo 1 aborda una aproximación histórica que resume el modo en el que la filosofía occidental ha estudiado las emociones desde la Grecia clásica hasta nuestros días. El capítulo 2 plantea una aproximación científica que profundiza en las investigaciones de Darwin sobre la expresión de las emociones y en los avances de la neurociencia que, en los últimos años, nos han permitido conocer nuevos detalles sobre el funcionamiento del cerebro. El capítulo 3 expone una aproximación social desde el punto de vista de la educación, que arranca en obras clásicas de Locke y Kant y desemboca en las experiencias de pedagogía emocional que se han llevado a cabo en Estados Unidos, Gran Bretaña y España.

La segunda parte de este libro, que es la parte central, desarrolla el modelo propuesto, denominado la ventana interior, y ya sí ahonda profundamente en la relación entre emociones y periodismo. Lo hace mediante los cuatro apartados que, gráfica-mente, componen esa ventana. Estos apartados incluyen, en total, veinte principios que atienden a su proyección sobre uno mismo, sobre la empresa para la que se trabaja, sobre los compañeros y sobre la audiencia que recibe el mensaje informativo. Así, abordaremos los principios íntimos, corporativos, sociales y públicos.

Finalmente, el libro consta de una tercera parte que está concebida a modo de regalo. Es un anexo de películas relacionadas con el periodismo. Lo considero un regalo porque conozco a pocos profesionales a los que no les apasionen las historias de periodistas. No debe entenderse como una parte independiente, ya que está destinada a facilitar la comprensión del modelo propuesto. Por eso, cada principio de La ventana interior señala las películas del anexo donde pueden contemplarse las ideas desarrolladas e, igualmente, la página de cada película indica el apartado del modelo con el que está relacionada. No todas las películas son un ejemplo positivo de actuación; algunas aparecen aquí, precisamente, como evidencia de lo que no se debe hacer… porque de los errores también se aprende. Otro objetivo de este apartado es llevar el contenido del libro más allá del mero acto de lectura, porque brinda al lector la oportunidad de seguir reflexionando sobre lo aprendido con el visionado de las películas seleccionadas.

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua, 2016)

Inteligencia emocional… ¿para qué?

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Desde la infancia nos han acostumbrado a medir la inteligencia a través del coeficiente intelectual. Hemos dado por hecho que los conocimientos cognitivos son la base de una formación sólida para hacer frente a las dificultades de la vida y, durante décadas, hemos despreciado otra formación, al menos, igual de importante: la emocional. Cuando los departamentos de recursos humanos seleccionan a un candidato se fijan en aspectos como su titulación o la destreza que posee en el manejo de herramientas informáticas y casi nunca atienden a cuestiones como la capacidad de trabajar en equipo, la creatividad que desarrolla o su resistencia a la frustración. La realidad es que vivimos en una sociedad que, cada vez más, depende de las emociones y seguimos sin ser conscientes de ello. Estamos acostumbrados a situarlas en un plano opuesto al de la razón y, de hecho, cuando tenemos dudas solemos decir que no sabemos si hacer caso al corazón o a la cabeza.

Paralelamente, el periodismo está dejando de ser una profesión de la que se vive para convertirse en un campo en el que a duras penas se sobrevive. Los conocimientos técnicos ya no son suficientes para mantener la motivación cuando la precariedad laboral martillea de manera insistente. Por eso, es el momento de aprovechar el enorme potencial que permanece dormido en el mundo de las emociones.

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua, 2016)

Cine y periodismo: «Ejecución inminente»

 

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Steve es un brillante periodista de investigación, desprestigiado por su adicción al alcohol y su vida desordenada. Inesperadamente, le encargan entrevistar a un condenado a muerte en la víspera de su ejecución. Él sospecha que el acusado es inocente, comprueba que algunas piezas no encajan y, por iniciativa propia, empieza a investigar en una carrera contrarreloj.

El jefe de Steve le pide que entreviste al condenado a muerte como un mero trámite: “No te pases con los detalles, solo me importa el aspecto humano del tema, los últimos días, lo que siente…”. En cambio, él empieza a reflexionar sobre las circunstancias en las que se produjo el crimen y se traslada al lugar de los hechos para hacerse una idea del desarrollo de los acontecimientos. Steve sigue tirando del hilo y consigue contactar con una de las personas que testificaron en el juicio. Poco a poco constata que todos los indicios apuntan hacia la inocencia del acusado pero, al ponerlo en conocimiento de sus superiores, estos reaccionan mal porque no quieren problemas. Solo esperan que les entregue el reportaje humano que le han encargado, independientemente de que el condenado sea culpable o no.

Cuando Steve se sienta ante el preso, justo antes de la ejecución, no le pregunta por sus sentimientos, sino por lo que ocurrió el día del asesinato y eso también irrita a su jefe inmediato porque no se corresponde con lo que le pidió. Aún así, Steve mantiene su convicción y sigue investigando, se enfrenta a la ayudante del Fiscal y, finalmente, encuentra a la abuela del joven que cometió el crimen realmente. Justo antes de que la condena a muerte se haga efectiva, encuentra la evidencia que confirma la inocencia del condenado y consigue parar la ejecución. Steve demuestra a todos que estaba en lo cierto, y lo consigue gracias a su propia iniciativa. Tras los acontecimientos, recibe un contrato para escribir un libro y opta a ganar el Premio Pulitzer, con lo que recupera el prestigio que había perdido.

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua, 2016)