Cine y periodismo: Un rostro en la multitud

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De la noche a la mañana, un preso de poca monta se convierte en estrella de la radio, primero, y de la televisión, después. Sus intervenciones no destacan por el valor de los contenidos pero él es capaz de conectar con el público, que le adora. Como registra buenos niveles de audiencia y no faltan patrocinadores, su fama en televisión crece como la espuma… hasta que las cosas se tuercen.

La televisión convierte en estrella mediática a un sujeto sin ningún talento, cuyo único mérito es que obtiene elevadas audiencias y consigue anunciantes. El contenido del programa es nulo, solo demagogia. Ese vacío que cultiva facilita que la fama se le suba a la cabeza, con lo que pronto cae en la soberbia y el desprecio hacia los demás. La película denuncia la capacidad que tienen los medios para crear tendencias en función de sus propios intereses, aunque no aporten nada constructivo a la sociedad. El concepto de responsabilidad ciudadana se orienta aquí más a los medios que a los profesionales, porque ninguno de ellos es periodista.

Encumbrado por la masa, pronto llega a convencerse de su grandeza personal: “Yo no soy solo un entrenador. Soy influyente, catalizo opiniones. Soy una fuerza”, que equipara a la inferioridad que atribuye a todos los demás, especialmente a quienes forman parte de su audiencia: “Este país es como mi gran rebaño de ovejas… Granjeros, vagabundos, montañeses, amas de casa, oficinistas, campesinos… todos tienen que saltar cuando alguien toque el silbato. (…) Son míos, los tengo. Piensan igual que yo. Solo que son más tontos que yo, así que tengo que pensar por ellos”.

TÍTULO ORIGINAL: A face in the crowd

GÉNERO: Drama

AÑO: 1957

NACIONALIDAD: Estados Unidos

DIRECCIÓN: Elia Kazan

GUIÓN: Budd Schulberg

INTÉRPRETES: Andy Griffith, Lee Remick, Patricia Neal, Anthony Fran-ciosa, Walter Matthau, Kay Medford, Burl Ives, Rip Torn

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua, 2016)

El liderazgo en una redacción

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El liderazgo en la redacción se traduce en tener poder para decidir sobre los contenidos. Kurt Lewin es el primero que utiliza el término gatekeeper, que ha sido traducido como guardabarreras o perro guardián. Lo acuñó en un experimento que realizó durante la II Guerra Mundial sobre emisores, control y producción. El término comenzó a utilizarse en estudios de comunicación colectiva y, a mediados del siglo XX, es D.White quien lo aplica a la producción de noticias. Con él se refiere a los criterios que utiliza un redactor jefe para seleccionar las noticias a las que va a dar cobertura su medio de comunicación. Es una pugna entre el redactor o responsable de área, que vende, y el editor o redactor jefe, que compra.

Jeremy Tunstall habla de recopiladores de noticias o newsgatherers, en el caso de los primeros, y de procesadores de noticias o gatekeepers, en el caso de los segundos. En esta situación de tensión, resulta fundamental buscar un pacto que permita consensuar unas ideas comunes. Irving Janis opina que este acuerdo debe alcanzarse sin que surja la mentalidad de grupo. Él plantea un proceso con varios pasos que no se apoye en subjetivismos, sino en información de calidad.

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua, 2016)

No centres tus expectativas en los demás

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Centra tus expectativas en tu propio compromiso y no en el de los demás. Con frecuencia, dentro y fuera de la redacción, te encontrarás con personas desagradecidas que no responden a tus esfuerzos como tú lo haces ante los suyos. No lo tomes como algo personal. No se comportan así porque seas tú. Actúan así porque son así. No conviertas en un obstáculo la ingratitud de otros; solo es una circunstancia.

Jean Claude Filloux diferencia la existencia de dos tipos de obstáculos: “Unos pueden cambiarse y entonces todo sucede como si fuese siempre la elección de un camino ‘oculto’ que se hizo necesario. Los otros se presentan como prohibiciones y se encuentran en el origen de las frustraciones originarias de conductas específicas ligadas, llegado el caso, no a metas medios, sino a metas sustitutas”.

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua, 2016)

Las fases de las semillas

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Joaquín Lorente compara a un nuevo directivo con una semilla porque, como ella, necesita tres fases para dar frutos:

  • Hidratación: Los tejidos de la semilla absorben agua. El nuevo directivo se impregna de todo aquello que rodea a su nueva posición: recursos, equipo humano, limitaciones y objetivos.
  • Germinación: La semilla experimenta las transformaciones metabólicas que impulsan el desarrollo de la planta. El nuevo directivo perfila el modelo que quiere implantar; ahora apenas absorbe y, sobre todo, planifica su aportación a la organización.
  • Crecimiento: La planta experimenta su cambio morfológico más visible. El nuevo directivo aplica el modelo que tiene en su cabeza, es flexible para adaptarse a las nuevas situaciones y crea instrumentos eficaces para dar respuesta a las necesidades y los problemas que van surgiendo.

Fragmento del libro «La ventana interior. Inteligencia emocional aplicada al periodismo»

(Editorial Fragua, 2016)